19 de diciembre de 2015

¿Existe el otro?

Tengo un traje que no es mío,
se desintegra, caen sus hojas
y yo las lloro, ciego, mientras
observo como mueren.

Miro al suelo, y mientras riego mi apego,
desatiendo los nuevos brotes
de las hojas que algún día habrán de caer.

El gato que me acompaña no es metafísico,
pero en sus cuatro patas, sus dos ojos,
su cerebro y su corazón descansa lo eterno.

¿Qué nos diferencia?

Nada.

¿Qué nos separa?

Nada.

¿Por qué le llamo gato y envidio la simpleza de su camino?

Porque soy un ignorante.

Y mientras me hago estas preguntas,
que no son mías, el sol sale y se esconde,
la luna asoma, pasea su luz, y también se va,
y ambos, como las hojas que cubren mi traje,
suben y caen movidos por la Gran Fuerza,
conociendo que el sol no todo lo abarca,
que la luna no ocupa todo el tiempo,
y ambos lo aceptan, porque no son sol ni luna,
no son belleza ni horror, no son tú o yo,
sino el Gran Uno, que no se pregunta,
porque todo y nada sabe a la vez.

¿Ser o no ser?

¡Ser y no ser!

Ser el viento que me atraviesa,
y no ser el que retengo.

Ser el agua que me agita,
y no ser ácido estancado.

Ser el árbol que soñó con caminar,
y no ser el humano que armado de sueños
quemó sus alas.

¿Existe el otro?

No lo sé, no puedo saber nada.
Mis sentidos se alían con el engaño,
mis palabras se prostituyen por halagos,
mis actos me delatan:

Soy mucho más de lo que imagino,
mucho menos de lo que muestro;
soy más alto que la altura,
más calvo que la calvicie,
más puro que la pureza…

…y sin embargo, no soy nada.

Mi cuerpo se agarra a mi cuerpo,
mis manos se convierten en puños,
mis pulmones, secuestrados, tragan humo.

Alguien ha tomado mi cuerpo,
adoctrinado en sentirse único,
condenado a estar solo.

Nada sé, nada siento,
pero todo soy…

¿Existe el otro?

Pregunta mi razón, perdida
en el camino único,
mientras juega y enreda su paso
para revestirlo de complejidad.

Nada hay más complejo que lo simple,
ni más simple que lo complejo.

Nada son mis palabras, ni las hojas que me cubren,
ambas caen, se pudren y ceden su espacio.

En lo más bajo de mi Ser habita un monstruo,
también él es bello.

¿Existe el otro?

¡Silencio, silencio, silencio!