la poderosa hechicería de la conciencia
es dadora de vida a la vida.
En el sortilegio, -¡Las cosas son cosas!-
me desconozco, pero siento en el corazón
esta suerte de brujería.
¿Levitaron? ¿Ejercieron los milagros?
Podrán bajar tropeles de ángeles celestes
y no me asombraré más de ello
que del día a día.
El misterio es el profano sello
de un embajador sin forma ni nombre,
presencia y silencio de una fuerza desconocida.
Ahora, dormida yaces como un cadáver,
y el olor de tu carne, tu tez enternecida,
tu aura que se encarna es un secreto
que apenas puedo comprender.
Nada comprendo y nada importa.
Yazco tumbado contigo,
y un viento amigo acaricia mi cara.
Somos dos cadáveres en la madrugada.