3.
¿Qué me importa tu encuentro, si tu voz aún resuena en mí?
¿Y mirarte? ¡Cómo podría pedir más!
No, no es el baile de mis dedos sobre tu piel lo que añoro,
ni el sonido de tu risa, o tus mejillas ardiendo,
no, todo eso ya me posee, sin reloj por testigo;
es tu luz, ojos negros, la que me ciega.
Y con los ojos cerrados te veo brillar,
eternamente,
salvajemente,
mientras me devoras en silencio.
¿Y mirarte? ¡Cómo podría pedir más!
No, no es el baile de mis dedos sobre tu piel lo que añoro,
ni el sonido de tu risa, o tus mejillas ardiendo,
no, todo eso ya me posee, sin reloj por testigo;
es tu luz, ojos negros, la que me ciega.
Y con los ojos cerrados te veo brillar,
eternamente,
salvajemente,
mientras me devoras en silencio.
El Sol, el Fuego y Tú.
Y el manto negro de mi vida se escapa hacia tus ojos,
como el misterio de las estrellas,
mientras me absorbes los planetas,
y me transformas en luz...
Y en luz, ojos negros, nos reunimos:
como el misterio de las estrellas,
mientras me absorbes los planetas,
y me transformas en luz...
Y en luz, ojos negros, nos reunimos:
El Sol, el Fuego y Tú.