Es la Muerte
lo que sella el beso de los amantes.
Sumidos en las profundas tinieblas,
una mano viene a estrechar a la otra
como dos cadáveres que vuelan
y solo una ilusión los calienta.
Las palabras de amor
palidecen hacia su desencuentro
pues se pierden en las oscuridades,
y en el fondo del subterráneo
reluce un espejo desnudo.
Y la sangre de la Promesa Eterna
yace densa y olorosa en el suelo
que el ciego romantico se empeña en lamer.
Tengo los cristales de las esperanzas
lastimando mis pies y mi sangre
se mezcla con la sangre vieja.
Es la muerte
lo que sella el beso de los amantes.
Me miro en el espejo repitiendo la frase,
y nada es más doloroso que el amor imposible
que brilla como una lejana estrella.