16 de agosto de 2016

Ah, infancia...

Son las raíces
las crueles cadenas
que impiden el vuelo de la flor.

La misma vida que nos dan
lleva el golpe que curva la espalda
y nos hace mirar, marchitos, a la tierra.

Un tiempo crecimos anhelando el cielo,
y el mismo tiempo nos dejó helados,
estáticos, esperando un retornar...

Donde la herida se hizo nombre
y donde nació la figura en el espejo,
quedamos anclados, como la flor maldita.

Y nuestros pasos nunca fueron pasos,
pues las raíces aferraban nuestros pies
a los días de juego, gracia, y desconocimiento.

Un tiempo crecimos anhelando el cielo,
y estiramos las manos con júbilo y fe,
y el tiempo llevo las manos al suelo.