16 de agosto de 2016

Un recuerdo mora
en el silencio del alma,
y transportado por la sombra
y mecido por la sangre y la entraña,
brota como una flor en la memoria del ojo
para transmutarse en una lágrima perecedera.
La lágrima, al surcar la carne y romperse en la tierra,
refleja el quebrarse de múltiples reinos azules ya imposibles.