3 de noviembre de 2016

Miércoles 2 de Noviembre

Hotel Arlington, Dublín  / 18:00 

Sucede a veces que no me aguanto.
Entonces realmente no puedo convivir
conmigo mismo y me quedo sin respirar
aunque respire.

Otras veces, en cambio, me nace
un amor propio que hace que lejos
de no aguantarme, no necesite ninguna
otra compañía para encontrarme cómodo.

Incluso, cuando me encuentro entretenido
con otras personas, son mis propias
acciones e ideas las que me suelen entregar
mayor divertimento.

Esto no me ocurre en contadas ocasiones, cuando la compañía de otros tímpanos y cuerdas vocales me enriquece con nuevas perspectivas y conocimientos.

En estos casos, normalmente con mis buenos amigos o con completos desconocidos, realmente adquiere sentido relacionarse. Y suele ir acompañado de un trago.

Pero contigo, Olivia… porque es a ti a quien escribo estas líneas, ya no tanto para que las leas y quieras pensar que soy un tipo de interés, sino porque el hecho de expresarme por escrito, imaginando que es contigo con quien hablo, me hace sentir bien… Contigo, Olivia, sucede que no me soporto cuando te pienso, tanto como me siento Dios cuando tengo ojos y orejas para poder verte y escucharte, como si mi vista y mi oído se revelaran como un regalo divino cuando se me da la oportunidad de admirarte.

Estoy fumado. Y mi hermano pequeño acaba de entrar al cuarto mientras escribía estas palabras.

-¿Habéis fumado?- ha sentenciado con pillería. - No, en esta habitación está prohibido fumar. - le ha contestado con ironía mi hermano Gonzalo. Y tras un breve diálogo entre ellos, al que no he prestado demasiada atención, Nacho se despedía: “Bueno, sólo venía a por el cargador”, tras lo cual se ha dirigido a la puerta y se ha despedido tres veces: “Adiós” - Ciao - le contestaba - Adiós - Ciao. Y tras una breve risa cómplice entre él y yo, se ha marchado hacia la habitación que comparte con nuestra madre. Y con el cerrar de la puerta mi corazón ha caído, y he sentido ganas de dejar el papel, salir tras él e invitarle a quedarse con sus hermanos mayores. Incluso ahora, mientras pienso, se me ocurre que debería haberle invitado a unas caladas de la chusta que aún descansa bajo la ventana, mientras lo pienso, imagino destrozar la decadente cena con baile irlandés que nos espera esta noche y llevármelo sin previo aviso, y que nos vayamos los tres a quemar Dublín, a cerrar los pubs, a exprimir la noche y la juventud que nos habita.

Es por esto que a veces no sigo mis impulsos, porque mi imaginación desvaría y con sólo la iniciativa de un pensamiento llevado a la acción, los acontecimientos adquirirían el orden al que yo les invito, y entonces estaría vivo, no tendría nada de lo que lamentarme, ni estaría aún escribiendo sobre este papel. Estaría vivo. Y bailaría con la vida. Y mi hermano se sentiría menos solo. Y yo me sentiría menos solo. Pero tú, Olivia, te quedarías sin reír, y quién sabe, sin emocionarte con estas ocurrencias mías. Y entonces estaría yo realmente muerto. Ya que el hilo que me ata a la vida mientras no vivo, me une a ti en estas palabras más que el silencio. Y tu ausencia, cuando te hablo sabiendo que algún día me leerás, se vuelve llevadera. Y mi locura encuentra un cauce. Y mi mierda se convierte en palabras para ser menos mierda. Y después, me voy a dormir pensando que mañana será otro día, pero que tú seguirás ahí, igual que lo que no soporto de mí, igual que lo que me hace sentir bien por hablar contigo.